¿Son huellas en la arena?, sí, porque como los pies que caminan por ella todo lo que transcurre en nuestra vida se marca en nosotros, a veces la tormenta traerá olas que borren esas pisadas, otras soplará el viento, otras solo serán acaricidas por el mar, hasta formar parte de él. Como esas huellas nuestra existencia es efímera, pero ocupamos un momento en el tiempo, un lugar en la orilla, un instante cargado de belleza.

viernes, 24 de diciembre de 2010

NATIVIDAD



El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios». Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra».



GRACÍAS POR TU

miércoles, 15 de diciembre de 2010

En una noche de sueños... de reyes...Navidad.





No era aquel caminar pausado, encogido en su abrigo, intentando ocultarse de miradas inquisidoras lo que hacía peculiar su presencia, casi etérea, en la grisacea tarde del frío invierno aquella víspera de reyes, ni tan siquiera esa nostálgica música que se tarareaba en su mente, esa melancolía que tintineaba en el alo que dejaba a su paso, sino su mirada febril, atormentada y pesusmbrosa que irradiaba una misteriosa atracción. Se mantenía inmóvil, fija en el vacío, en el infantil bullicio que se aglutinaba en las calles de una ciudad iluminada por sonrisas, regalos, compras, derroche… y algunos sueños... Una ciudad que ocultaba en gran parte, el verdadero sentido de la Navidad, todo lo accesorio lo hacía una época del año fascinante, que contribuía a su encanto, y conducía a un estado de alegría y buenas acciones constantes, pero que en ocasiones dejaba de lado el Centro.


Perdida, en medio de la nada, por momentos que a mí me parecieron horas... aislándome de los amigos de siempre que me acompañaban esa noche -y a los que ignoré por unos minutos- creí sentirme parte de esa figura, tal vez porque era la que cada uno lleva en sí mismo. En una noche mágica, en la que todo niño mantiene su sueño infantil de los reyes magos, bajo la mentirijilla del adulto -que intenta engañar al tiempo y regalarle unos minutos más de alegría a esa sonrisa tierna, que da el desconocimiento de la vida- le traerán sus peticiones bajo la promesa de un año cargado de buenas acciones. Esa mirada era una afirmación del conocimiento del despertar de la inocencia, del saber que el mundo no era aquella burbujita que le protegía a la corta edad que con el tiempo dejó de atrás, que esa noche podía iluminar los sueños de muchos, pero otros tantos no tenían siquiera derecho a soñar, que a la mañana siguiente incontables personas despertarían con regalos al lado de sus zapatos, junto al pesebre, o junto a aquel árbol con lucecitas que adornaba un rincón en su casa, pero otros tantos sentirían mayor felicidad porque ese día papá y mamá seguirían vivos, vivos a las enfermedades, a las de la sequía, el hambre, las catástrofes naturales... y las del hombre, y hoy podrían tomar una triste migaja de pan para desayunar; o felices acaso, porque esa Navidad, no la pasarían solos. Otros, en cambio, se levantarían lamentándose porque ese no era el color de la moto que querían conducir ese año, o la marca de televisión que había elegido, o con la videoconsola sus “incompetentes padres” no habían traído el juego ansiado...


Mientras, esas criaturillas, que esa mirada reconocía palmo a palmo aquella noche -en la cabalgata-, aun tenían la suerte de no ser conscientes de las realidades a las que esos reyes magos no podían hacer frente con su humilde deseo escrito en la carta de Navidad, no sabían que a pesar de su petición en ella, no podrían enfrentarse a las mentiras, las dobles caras y golpecitos en la espalda, los aduladores natos, los ricos que no comparten, los inútiles críticos, los poderosos e inconscientes gobernantes, el Prozac, la falta de esperanza, de fe, de ausencia de búsqueda de mejorarse cada día...


Su mirada escrutadora seguía en medio de la nada, viendo el caer de aquellos copos de nieve artificial, sobre los gorros que abrigaban las cabezas del público que asistía al espectáculo de carrozas, elefantes, camellos.... música, y lluvia de caramelos que hacía las delicias de grandes y chicos, mientras el aire frío, gélido se introducía jugueteando por su pelo, y se colocaba aquellos guantes de colores que le regalaron años atrás y que daban un nota de viveza a la figura grave, reservada tal vez, aquel 5 de enero, con un libro a medio leer en su mano derecha.


Una niñita de apenas 4 años tira a su padre de la bufanda que le cuelga al paso del rey Melchor, este lanza un caramelo, y parece dirigido especialmente para ella, y, al ver en sus relucientes y limpios ojos como los inunda la alegría, aquel rostro de mirada penetrante esboza una leve sonrisa, casi imperceptible, que la anima a tararear el villancico por el hilo musical oculto en el ramaje de los árboles, y que le aleja de los turbios pesares, y le devuelve a esa noche de fantasía que todos deberían tener derecho a poseer al menos una vez en la vida, fechas entrañables que adora, y le infunden oxígeno al corazón, pero que siempre le provocan sabor agridulce y, le hace saltar lágrimas en los ojos, … le pide a la noche que tarden en crecer.... quizá le recuerdan a ella...Y en la profundidad de su mirada, se atisba un flirteo en el abismo de la tristeza...