¿Son huellas en la arena?, sí, porque como los pies que caminan por ella todo lo que transcurre en nuestra vida se marca en nosotros, a veces la tormenta traerá olas que borren esas pisadas, otras soplará el viento, otras solo serán acaricidas por el mar, hasta formar parte de él. Como esas huellas nuestra existencia es efímera, pero ocupamos un momento en el tiempo, un lugar en la orilla, un instante cargado de belleza.

viernes, 4 de febrero de 2011

Dos tazas de café




La entrada de hoy, también va con dedicatoria. Es un cuento que conozco desde hace años, no sé si me lo contaron o lo leí.

En éstas dos últimas semanas he hablado 2 ó 3 veces con un amigo, y en todas ellas me decía lo muy estresado que andaba, y eso que se supone que él entiende bastante del tema pues es psicólogo, y sin embargo me entristece ver que en la práctica no funcionan las cosas igual, y se está perdiendo la vida que pasa y no vuelve... Es loable su espíritu de trabajo, y como disfruta con lo que hace, pero no ha descubierto aun todo lo que el dinero -que es vital, que no da la felicidad, pero ayuda a conseguirla-, todo lo que el dinero que obtiene como rendimiento de su trabajo, no le va a dar, entre otras cosas salud, que yo humildemente creo que cierto deterioro en la misma está instrínsecamente ligada a lla ausencia de más pausas. Dicen que los hombres empiezan a hacer balance de su vida a partir de los 40, aun le queda para llegar a esa edad, por eso deseo que no tenga que esperar hasta entonces para mirar atrás, poner freno y reestablecer prioridades.

Sin decir ni una palabra, el profesor de Filosofía cogió un bote grande de vidrio y procedió a llenarlo con pelotas de golf. Después preguntó a los alumnos si el bote estaba lleno. Todos estuvieron de acuerdo en que sí. El profesor cogió entonces una caja de perdigones y la vació dentro del bote. Estos llenaron los espacios vacíos que quedaban entre las pelotas de golf. El profesor volvió a preguntar si el bote estaba lleno, y los estudiantes volvieron a contestar que sí. Después cogió una caja con arena y la vació dentro del bote. Por supuesto, la arena llenó todos los espacios vacíos, y el maestro volvió a preguntar lo mismo. En esta ocasión el sí fue unánime.

El profesor, rápidamente, añadió dos tazas de café al contenido del bote y efectivamente, llenó todos los espacios vacíos entre la arena. Los estudiantes reían. Cuando las risas se fueron apagando, el profesor les dijo: “Este bote representa la vida. Las pelotas de golf son las cosas importantes como la familia, los hijos, la salud, los amigos, el amor, cosas que te apasionan. Son cosas que, aunque perdiéramos el resto, seguirían llenando nuestra vida. Los perdigones son las otras cosas que nos importan, como el trabajo, la casa, el coche… La arena es el resto de las pequeñas cosas. Si pusiéramos primero la arena en el bote, no habría espacio para los perdigones, ni para las pelotas. Lo mismo sucede con la vida. Si utilizáramos todo nuestro tiempo y energía en las cosas pequeñas, no tendríamos lugar para las realmente importantes. Presta atención a las cosas que son cruciales para tu felicidad. Juega con tus hijos, concédete tiempo para ir al médico, ve con tu pareja a cenar, practica tu deporte o tu afición favorita. Siempre habrá tiempo para limpiar la casa, reparar el grifo. Ocúpate primero de las pelotas de golf, de las cosas que te importan. Establece tus prioridades, el resto es arena”. Uno de los estudiantes levantó la mano y preguntó que representaba el café. El profesor sonrió y dijo: “¡Me encanta que me hagas esa pregunta! El café es para demostrar que, aunque tu vida te parezca llena, siempre hay un lugar para dos tazas de café con un amigo”.

jueves, 3 de febrero de 2011

EL PRESENTE INVISIBLE




Hoy algo que me ha hecho sacar una sonrisa imperceptible para el mundo, pero significativa para mí, pues he recordado una de mis pequeñas tonterías que dedico a muy contadas personas, personas extremadamente especiales, con las que hay una extraña consonancia que conduce a que las valoren y comprendan. El detalle en concreto al que me refiero fue un pequeño, o tal vez inmenso regalo que hice hace relativamente poco para que fuera un atisbo de felicidad en momentos bajos y una disculpa en las ocasiones en las que puedo ser un poco insoportable.

Fue una cajeta llena varias cosas que solo interesan a la persona que la recibió, lo bonito de la historia, es que cuando se la entregué a quien ahora la tiene, en su mirada había cierta reticencia a abrirla, lo que por otra parte fue perfecto. Era algo de desgana tal vez porque pensaba, que por el aspecto externo iba a ser un carísimo regalo (hablando en términos monetarios) y no es persona que le de valor a esas cuestiones, sin embargo cual fue su sorpresa cuando la abrió y el regalo, los regalos que encontró fueron más valiosos de lo que pudo haber pensando, aunque no lo supo hasta que le conté esta historia que escribiré para vosotros, y hasta que le dije el contenido que yo había decidido poner en la misma, y así lo entendí yo con un inmenso abrazo que dejaba brotar esa gratitud tan GRATIFICANTE que posee, y que me hace sentir que merece la pena cada una de esas tonterías mías, tan marca de la casa..., que a veces se me ocurren.

El presente invisible

El día de Navidad, la familia entera se reunió alrededor del árbol y comenzó a abrir los regalos. La hija, contenta, le entregó una caja al padre.

- Esto es para ti, con todo mi amor.

El padre, orgulloso, abrió la caja, pero ésta estaba vacía. Con el mayor cariño, le dijo a su hija:

- Amor mío, sé que tienes la mejor de las intenciones, pero la vida te ha de enseñar que no podemos dar algo que no existe, por muy bien envuelto que esté y por mucho cariño con que lo entreguemos. Creo que te olvidaste de poner algo aquí dentro.

- ¿Pero es que no lo ves?

- No veo nada, hija mía.

- ¡Pues me pasé una tarde entera llenándola de besos!.

Los ojos del padre brillaron:

- ¡Es verdad! ¡Muchas gracias, hija mía, por un regalo tan bonito!.

Y durante el resto de su vida, siempre que se sentía deprimido o descorazonado, el padre abría la caja, sacaba un beso que su hija había puesto allí, y volvía a tener el valor suficiente para enfrentarse a sus retos.


Yo la leí de la mano de Paulo Coelho hace muchos años ya, ahora os la doy a conocer por si algún día, alguien realmente grande merece un regalo así.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Acaso


" Pero sucede también

que, sin saber cómo ni cuándo,

algo te eriza la piel

y te rescata del naufragio. "
(Ismael Serrano)