Pasadas ya dos semanas, con el reposo que estas vivencias
requieren, pero saboreando aún, y en casi toda su intensidad el dulzor, ¡el frescor! que aún sigo gustando dentro de
mí, es llegado el momento de decir gracias.
Por
la acogida, por haberme sentido en casa, por las canciones que envolvían y que se colaba de madrugada por los
ventanales y las puertas, por las palabras sopladas en mi oído atronadoras, que
rompían y a la vez eran la caricia serena. El interés y consejo en los ojos de
un sabio amigo, los diálogos en la comida, compartida, servicial y generosa,
como la limpieza, como las bromas en el porche, o el agua fría que espabilaba,
o la caliente –que aunque creías que
era una utopía- te ofrecían los que hacían tuyo lo suyo sin importar ni
tu nombre, porque nadie es alguien,
es todo. La campana sin hora, porque nunca es tarde donde importa más la
persona que el reloj, porque el tiempo
no lo marca sino el Espíritu si lo oyes, no los días tampoco el contraste de edad entre niños y adolescentes,
ni jóvenes o adultos en diferentes estados de madurez. Porque el tiempo no es sino el dar y recibir felicidad a
raudales. El idealismo del grupo y los invitados al banquete. La comunión de los
niños envueltos en mantas, con garabatos en el suelo, a la luz de la oración
junto a sus padres, y el aullar afirmativo de la libertad frente a la norma.
Por el silencio perdiéndose más allá de los olivos, y el valor de otear el
cielo, y que al regreso a la tierra no te inquieran por respuestas, pues no
somos sino preguntas. Por el rocío en los pinos a las 6:30 de la mañana, y el
chocolate caliente ante el estómago ávido de “mordazamor”. La sonrisa amplia al atravesar el quicio de
la puerta, y las risas al ritmo del loco baile de resurrección, antes del nuevo
amanecer con cantos de dicha, y el arcoiris
del pacto tras la lluvia. Las palabras que no son necesarias decir
porque se lee en el mirar del otro, y esos abrazos que traían a la memoria
recuerdos imborrables donde descansas plenamente tu confianza en el otro, por
la familia de la que te sientes parte ;) y la que te hace parte. Por todo y
mucho más Gracias, por ser Pueblo de Dios.
Y, porque dos semanas después aún, y a 6 horas de distancia, hay
una canción compartida de un amigo rememorada por otros dos en la distancia, hay un mensaje que recibo ¡porque sí! Por decir algo… o
solo decir buenas noches. GRACIAS.
Vicente,
Rosita, Jose, Luis, Pablo, Pilar, Lorenzo, Maria Ángeles, Amparo, Clara, Judith,
Pablo, Juan, Rocío, Ángel, Alfonso, Sonia, Susana, Mari Ángeles, Antonio, Juan Carlos, Pedro, Pedrito, Fermín, Javi,
Yolanda, Josemi, Sergio, Álvaro, Juanma, Ángel, Jorge, Miriam, Lula, Mareu,
Maria Eugenia, Tapi, Brotes, Ixcis, adolescentes bailando la conga y manteando,
niños jugando, mayores cuidando, amigos compartiendo, que aunque no recuerde el
nombre sí la sensación.