Camino aprisa, con el ceño fruncido, y las gafas oscuras
puestas. No hace demasiado sol, pero me protegen del viento, y ocultan mis ojos a la mirada de los demás, o quizá ocultan a ellos de la mía. Mis pasos son
enérgicos, mi cabeza cabizbaja, imbuida en mis pensamientos. Hoy, tengo
demasiados. A punto de entrar a una galería comercial por la que acorto el
camino para el trabajo (no suelo seguir esa ruta, tampoco ese horario, pero hoy...), veo sentado en un poyete a mi derecha, a unos 7 metros,
a un hombre mendigando. A pesar de su vaso de plástico para recoger monedas,
tiene buena presencia, ropa algo deteriorada, pero mira en silencio la gente
pasar, todos los que pasamos de largo…
Entro en el edificio girando la cabeza para no
mirarle, solemos no querer ver lo que nos duele, nos evita tomar conciencia y
sufrir menos, además tras varias decepciones anteriores con gente en su misma
situación, me prometí pensarlo dos veces antes de mostrar detalles de
generosidad, y esta mañana, como he dicho, me siento abrumada por mis propias
reflexiones. Mi ego me dice que pase, mi mirada empieza a tomar costumbre al nuevo paisaje urbano (desgraciadamente), pero… ya es tarde. Acabo de cruzar la puerta y dirijo mi pies casi sin darme cuenta al
supermercado que hay dentro… quizá no unas monedas… pero ¿una fruta, por qué
no? Pago, y doy la vuelta dirigiéndome al mendigo. Aún estoy 4 metros, y ya se
ha puesto sonriéndome. Le doy la bolsa, y me mira fijamente con una sonrisa.
- - Gracias
.
- - De nada, le sonrío con cierta ternura.
-
¿Te puedo
yo dar una cosa?
-
(guardo silencio expectante)
-
Para ti
Le sonrío nuevamente. Me ha dado una hoja de papel con un
poema escrito. Le sonrío de nuevo, lo pongo sobre mi carpeta, y echo andar
antes de que se me haga tarde, pero la curiosidad me puede, y lo leo sin dejar
de caminar… miro hacia atrás, y le sonrío una
vez más, todo se convierte en un dar y recibir gratitud con leves variaciones en nuestro rostro, sin palabras, y él en la distancia de unos 12 metros, vuelve a sonreírme,
espera mi reacción.
Acelero el paso, y tras mis gafas de sol, noto como los ojos
se humedecen un poco. Recuerdo una ocasión de mi vida, en la que creí que era
yo la que daba, y acabé siendo la que recibía mucho más…
He cruzado 5 semáforos, ya estoy bastante lejos, pero algo
me impulsa a volverme en busca de Víctor. Ahora sé que se llama Víctor, lo pone
en su escrito.
-
¿A qué te dedicas Víctor?
-
Más bien me dedicaba.
-
Sí, bueno, eso.
-
Animador sociocultural en hoteles.
-
¿En qué consiste eso exactamente?
-
¿Nunca ha estado en algo así?
-
No Víctor, nunca, no sé lo que es. (Añado mientras le observo. Tiene ojos claros, barba blanca,
53 años, piel sana dentro de su situación, y buena presencia, complexión
fuerte).
-
Organizaba juegos para niños, waterpolo, pin
pong, clases para adultos de yoga, las actividades de ocio que suelen tener, camarero, reponedor…
-
Entiendo.
-
Hablo 5 idiomas, inglés perfecto, francés,
italiano, y alemán básico. Pero un coche me atropelló un pie. Ya estoy
perfectamente curado como puede ver, pero… perdí todos mis contactos después de
5 años sin trabajar… No bebo, soy abstemio, ni tampoco robo.
-
Voy a hablarlo con un par de amigos, no le
prometo nada, probablemente no sirva de nada, no quiero crearle falsas
expectativas.
-
Me ha dado esperanza, aunque no salga, ya es
todo.
(Sus palabras me traen recuerdos, hace dos días yo misma
pronuncié algo así a un amigo, por mis propias razones, mis propias estrellas
que alcanzar).
-
De acuerdo, lo intento, si en una semana,
exactamente una semana, consigo algo, volveremos a vernos.
-
No le diga a sus amigos mi situación (comenta avergonzado).
Yo me afeito bien, me pongo ropa mejor, y tengo disponibilidad absoluta desde
ya. Ya le he dicho, que no robo, ni bebo, ni tengo vicio alguno.
-
No se preocupe, mis amigos son buenas personas,
su situación no les provocará rechazo, al contrario, si está en su mano la
posibilidad, quizá no pueda ser, pero si lo está, no será un problema el que no
tenga trabajo, sino una razón para ayudarle.
-
Quiero darle otra hoja.
-
No lo haga, le costará 5 céntimos cada
fotocopia.
-
Tenga cuidado no se tropiece (dice por el
bordillo que tengo detrás). Voy a contradecirle, quiero que se la quede, es la
entrega de la semana pasada, y solo me cuesta 4 céntimos, me hacen precio. Y
tenga el número de mi hostal por si sabe algo, ahí también me hacen precio.
-
Tranquilo, pero le repito que no tenga
esperanza, son muchas las veces que de poco sirve.
-
¿Sin eso, que nos queda? (vuelve a abofetearme
con palabras que me parecen robadas a mí misma, y le sonrío)
-
Prometo intentarlo, escribiré sobre usted.
-
Me hicieron una entrevista la semana pasada…
-
Cuídese.
-
Gracias por interesarse por mí.
Niego con un gesto de mi cabeza, sonrío, me alejo
colocándome de nuevo mis gafas de sol, pero esta vez, porque mi mirada está
conmovida, por los misterios de Dios (gracias por des-centrarme).
PD: ¿Alguien tiene empleo para Víctor?
PD: ¿Alguien tiene empleo para Víctor?
No hay comentarios:
Publicar un comentario