¿Son huellas en la arena?, sí, porque como los pies que caminan por ella todo lo que transcurre en nuestra vida se marca en nosotros, a veces la tormenta traerá olas que borren esas pisadas, otras soplará el viento, otras solo serán acaricidas por el mar, hasta formar parte de él. Como esas huellas nuestra existencia es efímera, pero ocupamos un momento en el tiempo, un lugar en la orilla, un instante cargado de belleza.

lunes, 12 de julio de 2010

FÚTBOL



Llevo todo el día cuestionándome si con esta entrada no alimento precisamente lo que deseo criticar. Me he debatido durante horas entre sentarme delante del ordenador y escribir, o tirarme de cabeza al agua, ahí al menos nadando un rato, me relajo y me aíslo de todo, pero el miedo a encontrarme un octópodo, tal vez el mis mismísimo Paul alemán, me ha quitado la idea de la cabeza, ¡si es que ni en mi mar estoy a salvo!.

He intentado, prometo que lo he intentado con todas mis fuerzas entender el fenómeno que invade estos días el país, no digo el mundo: el futbol, sí, ese deporte nacional que se les inculca a los críos desde que nacen, supongo que lo intención de crear futuros deportistas de élite que jubilen a sus padres con un sueldo estratosférico para el resto de sus días, ese, que ha supuesto miles de rupturas en las relaciones de pareja generación tras generación.

Concretamente, para dar muestras de buena voluntad en esta difícil misión que me había auto impuesto, en la noche de ayer acudí por vez primera en mi vida a visionar ese acontecimiento casi religioso para algunos que supone reunirse en torno a cerveza fría y una pantalla gigante en un bar para ver EL PARTIDO, mejor dicho, partidazo, porque anoche era la final del mundial. Contagiada de ese espíritu, empujada tal vez por compartir una vivencia histórica, por mezclarme de ese halo contagioso de euforia, esperando sentir la emoción desbordada que intuía a mi alrededor, ahí me tenéis enfundada en una camiseta roja por imposición de mi amiga Alicia que ataviada con todo lo que pudo y más, era fiel muestra del espíritu referido, que inclusive careciendo de ceras amarillas, usó pintalabios rojo para colocarse en el rostro” marcas de guerra”, mirando con los ojos como platos ese gran invento que “promueve el diálogo entre las personas”, la televisión, me tragué 120 minutos -más añadidos-, de pasión desmedida por el deporte rey. He de admitir que durante los 60 primeros incluso disfruté, desee los goles, y ni un bostezo hubo, pero transcurrido ese tiempo, solo deseaba que finalizara de una forma u otra esa cruel tortura a la que estaba siendo sometida, solo menguada por la compañía de mis amigos, aunque parecían tener ojos únicamente para la pantalla -todo hay que decirlo-, y por la conciencia de que mi país al que llevo en el alma estaba viviendo un momento inolvidable. Digo más, sufrí con el juego sucio de Holanda, me dolió la patada en el pecho a Xabi Alonso o la entrada a Busquets, me indigné con la permisividad del árbitro, vibré con el tiki taka de la selección, sonreí con las paradas del gran Casillas, ansié el buen juego -y los ojazos- de Llorente, inclusive se me aceleró el pulso con la emoción provocada con el gol de Iniesta, casi me levanto de la silla con el gol, ¡os juro que estuve tentada! a levantar los brazos y gritar, y por supuesto me alegré por la victoria, pero señores míos necesito un kit-kat, no más futbol, lo suplico, lo ruego de todas las formas posibles habidas y por haber. Yo, que lucí orgullosa la bandera de mi país durante mucho tiempo en mi muñeca, yo, que conozco el himno de mi España y que se me ponen la piel de gallina cuando lo escucho, yo, que me lleno de satisfacción cuando oigo “soy español”, yo, que creía que las muestras de patriotismo nunca eran exacerbadas, admito con todo el dolor de mi corazón, que por ahora no quiero ver la rojigualda ni en pintura, que estoy saturada, saturada de banderas, de camisetas rojas, del romántico y valiente beso de Iker a Sara, de cambiar de cadena y encontrar hora tras hora, una tras otra, la gente enloquecida, los goles repetidos, el autobús que si llega, que si no, a la Plaza de Neptuno, la misma imagen área durante nosecuantosmiles de horas, el pulpo adivino, y la madre que los trajo a todos. Que yo entiendo, que la gente quiere ser feliz, y que si ésto les hace feliz, y olvidar las penas por unos instantes bendito sea el futbol, que incluso a mí se me eriza la piel por ver ese entusiasmo que creo que es lo que mueve el mundo, esa pasión, esa garra, esa ilusión, que Zapatero tiene que haberse encomendado a todos los santos que le han hecho el favor de que los españoles olvidemos la crisis unos días, pero por favor, no más, no más…


2 comentarios:

  1. Sobre todo qué hartura de marea roja ayer, ¿eh? Menudo tostón en todas las televisiones. Y que conste que me alegro de este arrebato de patriotismo general, aunque dudo mucho que sea tan profundo como algunos dicen. Si nos importara tanto la patria, estaríamos todos en la calle protestando por la ley que permite matar españoles impunemente.

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  2. Gracias Ángel por tu aportación. Es realmente triste lo que indicas, y una realidad. Los españoles están apasianados con algo a lo que ni siquiera han contribuido, y teniendo la oportunidad en el que caso al que te refieres de aportar su granito de arena a lo que importa miran para otro lado, así somos la raza humana...

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