¿Son huellas en la arena?, sí, porque como los pies que caminan por ella todo lo que transcurre en nuestra vida se marca en nosotros, a veces la tormenta traerá olas que borren esas pisadas, otras soplará el viento, otras solo serán acaricidas por el mar, hasta formar parte de él. Como esas huellas nuestra existencia es efímera, pero ocupamos un momento en el tiempo, un lugar en la orilla, un instante cargado de belleza.

lunes, 19 de julio de 2010

VIOLENCIA DE GÉNERO



El pasado miércoles 14 de julio aparecía en el periódico que le ha correspondido a Almería el indudable honor de ser la provincia andaluza con mayor índice de víctimas por violencia de género, a raíz de lo cual recupero la mayor parte de un artículo que nunca se publicó y que escribí el pasado otoño. No sin antes hacer mención a cierto acontecimiento que me sucedió la semana pasada. La cosa ocurrió como os explico, me encontré con un amigo de la carrera al que felizmente saludé, y me puso al día de su situación laboral actual como abogado. Acababa de ganar un caso del tema que nos atañe, siendo el defensor del agresor, y cuando le pregunté cómo podía irse a dormir por las noches, me dijo "Cristina, en este caso mi cliente tenía justificación, ella se lo merecía". Me quedé impresionada, aturdida y decepcionada a partes iguales, ´pues resulta doloroso como nuevas generaciones que deberían tener cierta conciencia social, se unen al escuadrón de los que justifican la violencia, de los que la amparan en absurdas excusas, pues bajo ningún concepto ésta debe tener cabida, ni con suspuestas razones, ni sin ellas, pero sobre todo me dolió, escuchar esas palabars en alguien en quien creía como persona, en que creía ver valores y moralidad. No tuve opción de hacerle entrar en razón pues me esperaban - aunque por otro lado tampoco creo que hubiera podido-.

¿Acaso tratamos de batir un récord en este país? porque si así, yo me borro, reniego de los ciudadanos de mi España que cada día se tiñe más por el rojo de la sangre.

La LO 1/2004, de 28 de dic. De Medidas de Protección Integral Contra la Violencia de Género, introdujo una serie de modificaciones en el Código Penal. Modificó el Art. 148 agravando la pena, el 153 se constituyó como delito especial en el que el sujeto activo y pasivo, deben estar unidos por vínculos que se detallan. Pero, sin duda, la más interesante de las modificaciones fue la introducción del 173.2 y 3, el delito de Violencia doméstica. La reforma del 2004 consolidó la LO11/2003, convirtiendo faltas en un delito de prisión por el hecho de que el sujeto pasivo de las mismas sea una persona en concreto. Entre otros, y respecto a lo que al tema a tratar nos interesa, señala: Si fuese esposa o compañera sentimental entraría en ámbito del tipo agravado del 173.1, y al 173.2 pertenecerían quienes son o hayan sido cónyuges del autor, o estén o hayan estado ligados a él por análoga relación de afectividad.

Conocemos reputados penalistas como Del Moral, que temen efectos indeseables y desmesurados de la respuesta penal, pero ¿cuál debe ser la respuesta, sino todo el peso de la justicia ante delitos injustificables?. Decía Fichte “la ejecución del criminal, no es una pena, sino solo un instrumento de seguridad”. Cada vez que una mujer cae víctima del maltrato, no solo se la lesiona, hiere, mata, sino que se damnifica la estabilidad social. Si se ignora este hecho, se pone cuestión el consenso constitucional, tan delicado y frágil. Siguiendo con Fichte, “quien abandona el contrato ciudadano, en un punto en el que en el contrato se contaba con su prudencia, sea de modo violento o imprevisión, en sentido estricto pierde todos sus derechos como ciudadano y ser humano, y pasa a un estado de ausencia completa de derechos”. De ahí la imposición de la pena y necesidad de su dureza, no solo destinada a sancionar hechos cometidos, sino a asegurar la inexistencia de aberrantes y similares hechos futuros. Se busca la eliminación de un peligro, no exclusivamente intentar infructuosamente la compensación de un daño (pues la pérdida de la vida no puede compensarse).

El terrorismo doméstico es una lacra, un cáncer a estirpar de nuestro alrededor. Las víctimas deben denunciar, la familia apoyar, los medios de comunicación ser responsables, y no sensacionalistas, y la sociedad concienciarse.

Desgraciadamente no solo debería contabilizar los homicidios, pues hay muchas más formas de violencia que se expande como la malaria: agresiones sexuales, maltrato físico y moral, tráfico de mujeres, y prostitución...¿sigo? ¿Qué hacemos para frenarlo? Nuestros legisladores tienen en su mano la batuta que dirige nuestro bienestar, nuestro poder judicial la potestad de consagrarlo, tú y yo el deber de luchar porque así se haga. Deber de cambiar los estereotipos y valores vigentes, educar a nuestro entorno sobre el valor de la mujer, sobre la dignidad y responsabilidad de ser parte de un colectivo, ciudadanos del mundo, con derechos y deberes, respetuosos con quienes nos rodean, ¿te vas a quedar de brazos cruzados?

CRISTINA ISABEL CARRETERO ESTEBAN

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