Puertas que se abren, y estoy en casa.
Mi gente,
brazos que envuelven,
manos que acarician éste rostro cansado,
palabras que cantan, acunan y aquietan,
miradas que esperan,
gestos de hogar,
risas sinceras.
Amigos, que secan las lágrimas con su presencia.
Calor que funde: penas de hielo, muros de ausencia, miedos de piedra…
Descanso, aun no llegada.
Tú, que nos unes,
y después al camino de nuevo.
Un recuerdo vivo,
Indestructible presencia.
Más batallas, heridas nuevas.
Hay otros cansancios,
hay tormentas.
No hay derrota, porque hay puertas que se abren,
Y estoy en casa.
Lo escuché en el min 9. del rezandovoy.org de los jesuitas del día 16 de septiembre. Y es que unos somos hogar para algunos, y otros, pueden serlo para nosotros.
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