Lo veo salir de clase, y me lanzo
divertida a revolverle el pelo a cambio de la sonrisa que me regala, mientras
coge en peso su mochila con ruedas -que hace más bulto que él-, y comienza a bajar las escaleras a mi lado
contándome que ha fabricado 56 barquitos de papel y que quiere terminar uno
grandote. -¡Toda una flota! –le suelto, haciéndole sentir importante, mientras
recuerdo como hace tan solo una semana, lloraba con desconsuelo porque se había
hecho un esguince en el tobillo, y no podía ir con sus compañeros a poner
multas con la policía.
Rubén, tiene 10 años, ni si
quiera es mi alumno, pero sentada en la sala de profesores, concentrada en mi
lectura, me partían el alma sus lágrimas como puños. Tocaba apartar los cargos, los papeles, ser persona, dar un abrazo, el que nos nace dar y a veces "tontos" retenemos. Se me ocurrió, con la
intención de cesar su llanto, coger un pedazo de papel para reciclar, y abrirle
las puertas de un mundo de futuras batallas navales, jugando en el río con su querida
Martina, con la que no pudo estar correteando el día en que ella celebró su
cumpleaños. Hoy, me ha dicho que corre
más rápido que antes, y ya recuperado, lo veo alejarse con más energía que yo
después de un duro día de clase, y sé que él, que su mirada de gratitud sincera
y risueña, la amistad fraguada, como la enseñanza que recibimos ambas partes,
son los que dan valor a nuestro trabajo de educadores.
He leído en un nuevo blog que los
poetas hacen pajaritas de papel con las páginas del diccionario. He sonreído
porque me ha hecho sentir así, recordando a las contadas personas a las que yo
se las he fabricado, quizá porque pretendía sentirme algo poeta con aquellos
pocos que las conservan, teniendo un significado distinto según quién, aunque a la vez similar.
Poetas es lo que les falta ser un
poco a los que no ahora, sino año tras año desde el día que nací han enjaulado
la educación es límites que se alejan de lo que verdaderamente simboliza.
Ajustando métodos, márgenes y cuestiones varias a teorizar y a ignorar la
realidad práctica que se vive el día a día en la escuela.
Me avergüenza cuando se coarta la
libertad de cátedra en una burocracia alejada de utilidad. Cuando se anuncia
existir, pero se piden resultados que impiden a veces aplicar métodos más
reales y necesarios que engrandecerían nuestra labor, y las personas que ser
ejes de la sociedad en un futuro. Me preocupa cuando se usa la política y los
medios, para enemistar personas que están en la misma barca, y que no saben
mirarse a los ojos y comprender que deben velar por un fin mayor que el que
creen. No voy a ser más clara hoy, el que quiera entender, que entienda…
Ignoro si Rubén, algún día, será
naviero, arquitecto, médico, profesor, historiador… pero espero que siempre
recuerde, que de algo doloroso, a veces, puede nacer algo especial como a partir de
ahora ver barquitos de papel para Martina, incluso en las servilletas de
cocina, aunque otras solo le toque apretar los dientes, y mirar al cielo con esperanza. Espero que alguien sepa construir un barquito de papel para otro Rubén
en un futuro, que es más importante la esfera humana que la estadística, “el
espíritu que la norma”. Tirar de lo que te pide el alma, antes que lo que te
susurran al oído. Sacar una sonrisa a una persona que encogerse de hombros ¡y
de corazón! Nosotros, no adoctrinamos, nosotros debemos aspirar a ayudar, a ser
persona, y a cambio, nosotros lograremos serlo de verdad, si aprendemos a vivir en la autenticidad, nos escuchamos, y nos somos fieles, pues nuestro interior siempre nos grita lo que debemos hacer. "Dar ese abrazo a Rubén".
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