La otra noche
tuve la suerte de que un amigo, me invitase a una celebración con los hermanitos
de Charles de Foucauld (fantásticos todos ellos), en principio no me apetecía mucho, pero quizá porque él se llama Miguel Ángel, acudí y ahora se lo agradezco.
Cuando finalizó, sentados los 8 alrededor de
la mesa, compartiendo de cena sopa ucraniana, y queso de Portugal. Julliano, el
prior (de cercanía infinita) que acababa de llegar desde Bélgica me preguntó por mis chavales,
iniciándose así una breve pero sugerente conversación entre todos.
-
¿Qué puedo decir? que para la recuperación les
he dado hasta las preguntas, del examen, en una hoja, literalmente, este es,
estudiadlo –les explico.
-
En nuestros tiempos los robaban –comenta Miguel
Ángel.
-
Si es que yo no quiero que suspendan, sino que
estudien, y si les tengo que dar las preguntas, y por lo menos se van a saber
eso, a mi no me importa, si yo lo único que quiero es que la gente sea feliz,
no amargarle la existencia a nadie, y si esto es una muestra de que no voy
contra ellos, sino todo lo contrario. – Argumento.
-
¿Pero no dices que aún así suspenden? –recalca
Rob.
-
Jaja, sí, pero… ¿qué más puedo hacer? –pregunto.
-
Eres como Dios –apunta Juan, mientras Victoria
sonríe.
-
No entiendo –respondo.
-
Sí, que hasta dices que vas a preguntar, os voy
a examinar de esto, ya nos lo dijo él, en el atardecer la vida, os examinaré de
amor... Si hasta nos dice las preguntas.
-
Jajaja –sonrío.
- Pues sí que es como Dios, ¡y nosotros como los
chavales, que sabiéndola, aún así suspendemos! – finaliza Juan Francisco, ante el
gesto afirmativo de André (el alma de la casa).
La carcajada es general, pero me
deja pensativa… Luego dicen que las matemáticas son complicadas…
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