¿Son huellas en la arena?, sí, porque como los pies que caminan por ella todo lo que transcurre en nuestra vida se marca en nosotros, a veces la tormenta traerá olas que borren esas pisadas, otras soplará el viento, otras solo serán acaricidas por el mar, hasta formar parte de él. Como esas huellas nuestra existencia es efímera, pero ocupamos un momento en el tiempo, un lugar en la orilla, un instante cargado de belleza.

jueves, 7 de octubre de 2010

LOS CAMINOS DEL SILENCIO



Ayer leí Los Caminos del silencio, de Michel Hubaut, editorial PPC. Ha sido una lectura de lo más reconfortante, una de las mejores en mucho tiempo, y más teniendo en cuenta que el día anterior El vencedor está solo de Paulo Coelho, me dejó un poco decepcionada, imagino que éste autor que me entusiasmó con El Alquimista tiene difíl volver a conseguir en mí aquellas sensaciones, pero yo sigo confiando en él, leyendo sus libros, y sus artículos (éstos últimos bastante a la altura de lo que espero de él), quizá algún día recobre el espíritu de ese libro. Pero, como iba diciendo, mi lectura de ayer, fue realmente fascinante, me tocó el corazón, y me llevó a la reflexión. Os dejo algunas notas que tomé del libro, y así quizá os anime a comprarlo.

“El silencio es una necesidad vital, para el hombre, como el aire que respira, como el pan del que se alimenta. Pues no está en juego su propia identidad, sino también la calidad de sus relaciones y el porvenir de toda su vida social”.

Cap 1. ¿Acaso hoy en día se reserva el silencio a los enfermos y a los muertos (en referencia al cartel de y al toque de corneta).

Cap. 2 “Es una necesidad urgente que volamos a encontrar los caminos del silencio. […] Recuperar el sabor de los placeres sencillos. El de caminar al alba por la orilla del mar. Respirar por todos los poros de nuestra piel el aroma de la brisa marina de nuestra tierra natal. Escuchar el rugido de las olas o el chapotear regular del flujo y reflujo del agua, eco de nuestra milenaria historia. Escuchar el silencio de las cumbres nevadas cuya majestuosidad nos habla de la pequeñez del hombre y también de su grandeza pues es causante de su propia insignificancia […].

Pero veremos que ese descanso físico no es sino una etapa. El silencio no es solo una ausencia de ruidos. Debe acompañarse del silencio psicológico para abrir la puerta a otros niveles de silencio, el de la conciencia y el del alma del corazón que escucha al espíritu.”

Cap 3. “La primera etapa del aprendizaje del silencio consiste a menudo en volver a aprender a familiarizarse con esas mil y una pequeñas notas que componen la música del silencio […]. Mira y escucha un árbol, una flor, un guijarro […] el lamento del viento, el crepitar del fuego, el silencio del sol poniente. Y silencio incluso del mar que rige.

Aquel que no sabe escuchar la música de la creación no sabrá escuchar a los demás, y menos aun percibir el silencio de Dios”

Cap 14. “Es ante todo en el nivel del diálogo interior consigo mismo donde el hombre trata de leer y comprender su propia historia, su pasado, su presente y sus proyectos, analizar sus triunfos y sus fracasos, sus sueños y sus decepciones, sus alegrías y sus penas, en resumen unificar su vida a largo plazo, so pena de ser un tapón de corcho que avanza al capricho de las olas del paso del tiempo.”

Cap 15. “Pero el drama del hombre moderno consiste en que, al haber desertado de su ´corazón´ ya ni siquiera sabe que posee una ´vida interior´. Por consiguiente ¡tiene miedo al silencio, que confunde con el vacío!. Guardar silencio es una manera de preparar nuestro ´corazón´ para acoger el deseo del Espíritu en nosotros. La oración cristiana surge ante todo en el silencio, no de una necesidad o de un temor del hombre, sino de una llamada al interior del Espíritu, la oración amiga en la iniciativa de un Dios Amor que desea colmarnos con su presencia”

Cap 28. ORACIÓN PARA OBTENER LA GRACIA DEL SILENCIO

“Señor, concédeme

no el silencio que me hace prisionero de mí mismo,

sino el que me libera y abre en mí espacios nuevos,



no el silencio del cuerpo agotado por los paraísos artificiales,

sino el del alma que respira en el umbral de tu reino,



no el silencio del temor a los demás y al mundo,

sino el que me acerca a todo hombre de la creación,



no el del egoísmo, frío, indiferente y altivo,

sino el que arraiga, fortalece y purifica la ternura del corazón,



no el silencio de la ausencia vacía, del monólogo solitario,

sino el del encuentro, de la intimidad en tu presencia,



no el silencio de la cobardía o la resignación,

sino el que prepara para el combate por la verdad,



no el silencio de los excluidos, de los que no tienen voz,

sino el que alimenta la fuerza de los pueblos que se levantan,



no el silencio del hombre que huye,

sino el del hombre que te busca,



no el silencio del hombre que cavila sin tregua sobre sus fracasos,

sino el que reflexiona para descubrir sus causas,



no el silencio de la noche de la desesperación

sino el que aguarda la luz de la aurora, de la esperanza,



no el silencio del rencor, del odio, de la venganza,

sino el del sosiego y el perdón,



no el silencio del locuaz, lleno de palabras, lleno de sí mismo,

sino el del corazón que escucha el murmullo del Espíritu,



no el silencio del invadido por demasiadas preguntas sin respuesta,

sino el de la maravilla y la adoración,



no el silencio del olvido de la tumba, de la muerte,

sino aquel en el que la materia se recarga de energía del Resucitado,

en espera de una vida nueva en tu luz…”

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