¿Son huellas en la arena?, sí, porque como los pies que caminan por ella todo lo que transcurre en nuestra vida se marca en nosotros, a veces la tormenta traerá olas que borren esas pisadas, otras soplará el viento, otras solo serán acaricidas por el mar, hasta formar parte de él. Como esas huellas nuestra existencia es efímera, pero ocupamos un momento en el tiempo, un lugar en la orilla, un instante cargado de belleza.

lunes, 4 de febrero de 2013

AULAS SALUDABLES. Maestros y alumnos emocionalmente inteligentes







Hace un par de sábados tuve una cita con la inteligencia emocional, esa asignatura tan olvidada por la población, y y que todo individuo debería enarbolar para alcanzar las más altas cotas de eficiencia y motivación sobre cualquier persona a nuestro alrededor, más si cabe en el caso de los padres y docentes.

Olivia Recondo Pérez, Iñaki Cuevas Alzuguren y Jon Marcuartu Barquín, fueron los “revisores de niveles” de las cualidades de los allí asistentes en esta esfera esencial de toda persona.  Y es que, como nos contaba Olivia, las instalaciones no cuentan si nosotros no tenemos la actitud idónea para explotar nuestras capacidades y las del otro. Nuestra función no debe limitarse al adoctrinamiento, sino a dar, recibir, acompañar, crear, ser amable, escuchar, resolver, enseñar –por supuesto que sí-, organizar, gestionar… Y un título universitario no acredita todo eso. Nos permite optar a un empleo, pero debemos saber desarrollar con responsabilidad la tarea que se nos encomienda.

La jornada comenzó con la proyección de un montaje de animación de Ain Karem, que ya ponía de manifiesto lo que debíamos ser cada día de nuestra vida para los demás. Y es que, en ésta ardua labor, debemos pararnos y buscar un “Yo” saludable en el entorno. Uno, en el que tal vez encontraremos situaciones de negatividad alrededor que nos corresponde cambiar con una sonrisa; al igual que situaciones de positivismo en el que nuestra apatía pueda entorpecer el desarrollo del grupo. Tenemos el talento para modificar cualquier coyuntura que impida nuestra evolución personal y la de los individuos que nos acompañan, y por ello, el deber de ejercitar dicha aptitud. En nuestra mano está usar la tolerancia, la paciencia, en ocasiones, restar importancia, o abusar del “ketedén”, una medicación sin receta y con implacables efectos secundarios.

Mediante la inteligencia emocional hemos de atender, comprender y regular nuestros estados emocionales. Y eso, implica “saber mirar a lo que sentimos sin miedo”. Consideramos en nosotros la tendencia habitual a pasar por el filtro subjetivo todo, porque no existe la objetividad pura, nuestro estado emocional es el que determina nuestras reacciones. Si nos ha cogido un atasco, nuestro ánimo será propenso a tomar una decisión “objetiva” bajo predisposición subjetiva, totalmente diferente de la que se  tendría, si nos hubiésemos encontrado un billete de 50 euros al salir de casa.

Cuántas veces nuestro corazón nos dice lo que de verdad queremos hacer, pero nuestra cabeza dice lo contrario, hacemos caso a la cabeza, y años después nos arrepentimos dolientes por no haber escuchado a nuestro corazón, pero ya es tarde? Somos así, sabemos lo que queremos, lo sabemos de verdad, pero no hemos aprendido a escucharnos, no hemos aprendido a creer en nosotros. Creemos que la felicidad consiste en ser objetivos, pero descubrimos que no, que consiste en ser subjetivos, porque los pensamientos cambian, no así las emociones que únicamente las doblegamos, reprimimos. Y es que, nunca somos realmente objetivos, y quien espera tomar una decisión con objetividad miente. Por tanto, la realidad, la única, no será la que creamos tomar con la objetividad de la cabeza, sino que la que nos hará feliz, es la que en nuestro fuero interno, sabemos, deseamos, queremos, la puramente subjetiva y emocional.

Olivia, nos comentó igualmente la importancia que tiene en el crecimiento de nuestros chavales, para permitir su desarrollo emocional la no represión, ni alentarles a la sublimación de sus emociones. Y es que, hay que vivir la autenticidad de las mismas. ¿Cuántas veces vemos a un crío llorando y le decimos, no llores, no te agobies, y en realidad con eso no hacemos sino bloquear sus emociones? Debemos permitir que los niños expresen como se encuentran, que reconozcan sus emociones, y las dejen fluir, pasando por la alegría, el dolor, y la tristeza, comprendiendo el proceso. De otra forma, el niño reprimirá las emociones sin conocerlas, no creciendo, no aprendiendo a conocerse, y estallando cuando acumule toda la tensión.

El fin de la escuela es ser lugar de aprendizaje, no solo en la materia intelectual, sino también en aprender a conocerse, en reconocer los propios talentos. Y para ello, el educador debe vibrar son su labor.

Tras la magnífica y elocuente exposición de Olivia, Jon e Iñaki trataron en talleres por grupos dinámicas más personales y participativas dirigidas a explorar nuestro humor, y la importancia de reírnos de nosotros mismos, y de parar la clase perdiendo tiempo para ganarlo. El cambio que produce una sonrisa en el otro, o el relieve que alcanza el que el profesorado se conozca e interactúe entre sí por el bien común. Iñaki y Jon, demostraron increíbles cualidades el dominio del lenguaje no verbal, y en el conocimiento del individuo y de la aplicación de la inteligencia emocional de profunda trascendencia en el desarrollo del trato con el otro. Olivia por su parte, en su taller posterior, nos ayudó a encontrar nuestro centro, promoviendo la importancia de la meditación, del encuentro con uno mismo, de la reflexión para el crecimiento personal.

Desde aquí, agradecer a los tres ponentes la enriquecedora mañana que me/nos nos regalaron y que finalizaron recomendándonos un par de libros de los que hago llegar el título.

TAMBLYN, Doni. Reír y aprender. 95 Técnicas para emplear el humor en la formación. Editorial Desclée de Brouwer.
LOPEZ BENEDÍ, Juan Antonio.  Reír para vivir mejor. Ed. Obelisco.

Nota adicional del 09/02/2013 Gracias Olivia Recondo, ojalá lo hubiera sabido antes, gracias Ixcis.

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